El Instituto-Escuela nació en Madrid en 1918 impulsado por la Junta de Ampliación de Estudios (futuro CSIC) para probar nuevas formas de educación que después podrían implantarse en los centros públicos. Influido por las corrientes internacionales de la Escuela Nueva y por los métodos de la Institución Libre de Enseñanza (fundada en 1876), trasladó la investigación a las aulas y buscó un nuevo tipo de magisterio y de alumnado, capaz de desenvolverse en la vida pública y resolver los problemas del país.
Buscó a los mejores docentes para transmitir entusiasmo y curiosidad, prolongó la escolarización hasta los 18 años, redujo el número de alumnos por aula, y restó importancia a los libros de texto. El Instituto-Escuela defendía, por tanto, una educación activa, de observación directa, con muchas más horas dedicadas a la práctica en laboratorios, trabajos manuales, música, dibujo o educación física.
La institución vivió su máximo esplendor durante la II República, tras abrir nuevas sedes en Barcelona, Valencia y Sevilla. La Guerra Civil y la dictadura franquista marcaron su final. Muchos de sus maestros e impulsores se exiliaron a Latinoamérica, especialmente México, donde dejaron una impronta en su sistema educativo que dura hasta la actualidad.