27.11.16

CONCLUSIONES DEL IX ENCUENTRO

1.     El juego es un elemento fundamental para el desarrollo psicológico, motriz y social de las personas y en especial de los niños y las niñas. Juegan muchos animales, especialmente mamíferos, y los humanos somos la especie que juega durante más tiempo: en realidad, durante toda la vida.
2.     El lento desarrollo del recién nacido y su necesidad de cuidados dentro del grupo familiar requiere en los humanos de una infancia prolongada. Este largo periodo de inmadurez es una estrategia evolutiva: permite una capacidad extrema de adaptación y adquirir comportamientos complejos, tanto más importantes cuanto más impredecible es el mundo que como futuros adultos deben afrontar. El juego contribuye de una manera notable a todo ese proceso.
3.     El juego es un modo de relacionarse con la realidad física y social. Para los teóricos del desarrollo humano, jugar es una actividad fundamental de nuestro funcionamiento psicológico. El juego es una necesidad de la infancia y por eso mismo es reconocido como un derecho.
4.     Es fundamental para los niños y las niñas ser protagonistas de su desarrollo y a ello contribuye fundamentalmente el juego. Que les dejen jugar es parte del cuidado que necesitan. Gracias a ello, construyen las estructuras imprescindibles para el conocimiento (habilidades físicas, sociales, lenguaje, pensamiento).
5.     ¿Qué es juego? Todo lo que decide la persona que juega. Una actividad es un juego, si lo es para el que juega. No es necesario enseñar a jugar: los niños y las niñas juegan cuando tienen un espacio y un tiempo para ello. Juego es una actividad, “de hacer”[1], se juega haciendo. Si no se puede jugar, se dificulta el aprendizaje.
6.     En las ciudades actuales no se puede jugar como necesita la infancia porque no existe suficiente espacio adecuado para ello, ni en cantidad ni en calidad. Las ciudades, en muchos casos, se han convertido en espacios hostiles y peligrosos para el juego. Han ido desapareciendo los lugares sin urbanizar y se han arreglado “terrenos blandos” y visibles con juegos uniformes y estandarizados.
7.     El tiempo es el segundo elemento fundamental para que se pueda jugar. Se abusa con frecuencia del tiempo libre de los niños, que en su mayor parte transcurre en sitios privados o semi-privados y se les pauta a qué dedicarlo. Los deberes, las actividades extraescolares, etc., condicionan en gran medida ese bien escaso, que hemos de facilitar para los niños y las niñas.
8.     A lo largo del desarrollo humano, en todas las culturas se observa la misma secuencia de desarrollo de los juegos. Se comienza con juegos de ejercicio (cinco lobitos) y progresivamente se incorporan juegos de interacción social (taparse/aparecer), de ficción, de guiones, de construcciones y, en una etapa más compleja, los juegos de reglas. Cuando aparecen éstos (6-7 años) se establecen las primeras sociedades infantiles, en las que poder actuar juntos y establecer límites y normas con las que afrontar conflictos. Se aprende que las normas se pueden cambiar mediante acuerdos. Esto sólo se aprende jugando. El origen de las normas está en los iguales y la legitimidad está en el acuerdo de la mayoría. Jugando se genera tejido social.
9.     El juego debe ser entendido como una forma de vida de las criaturas y, además, como fórmula para multiplicar las experiencias naturales y sociales, como medio para ampliar el conocimiento del entorno y como promotor de la creatividad. Pero, en gran medida, en la sociedad urbana, queda al margen de la experiencia. El comportamiento lúdico escapa con frecuencia del diseño funcional con el que se ordena y se gestiona el espacio urbano.
10.  Constatamos que los espacios donde hay niños jugando se convierten en espacios seguros, porque su presencia nos hace a todos mejores como personas. La ciudad necesita de la infancia, es un parámetro de calidad, genera confianza tener espacios de encuentro donde se cuida colectivamente a los niños y las niñas. Porque una ciudad ocupada por niños que juegan en sus calles y plazas es una ciudad más segura, más alegre y más bella.
11.  Y, sin embargo, en el trinomio juego-infancia-ciudad impera una relación difícil. La ciudad no es lúdica, se ha urbanizado para otros fines, como la producción y el consumo. El trabajo y el desarrollo económico son los elementos centrales y el juego no es un bien contable. Se ha retirado de las calles a la infancia, se les tutela cada vez más en lugares protegidos y esto dificulta la posibilidad de jugar. Hay que desmantelar esa idea para poner en el corazón de la urbe a toda la ciudadanía para conseguir una ciudad alternativa, abierta, inclusiva…
12.   Así lo han reconocido las Naciones Unidas y lo deberían contemplar las diversas instituciones nacionales, regionales y locales. El juego es un derecho de la infancia; y facilitarlo es obligación de las familias y de las autoridades públicas. Unas y otras deberían adquirir conciencia de la necesidad del juego libre. A partir de ahí, convendría que las familias se desprendieran de ese injustificado miedo a dejar que las criaturas jueguen solas (no es necesaria tanta vigilancia permanente: la ciudad no es tan peligrosa como suele creerse) y se liberaran de esa obsesión tan extendida por las actividades pautadas y por las que conducen a la preparación para un supuesto mundo futuro del trabajo. Por su parte, las autoridades públicas, y especialmente los gestores de la ciudad, tienen la responsabilidad de hacer posible el ejercicio de ese derecho al juego. Sabemos que esto no es fácil, especialmente en las grandes urbes, pero hay que intentarlo porque de ello depende la salud de todos.
13.  Los Ayuntamientos promueven espacios de juego, pero la mayoría de las veces son excesivamente compartimentados y especializados. El juego se entiende prioritariamente como “deportivizado”. Nos encontramos con “jaulas de colores” como se argumentó en el debate. Aunque haya niños y niñas, los espacios públicos no son lugares de juego cuando las criaturas están siempre controladas por las personas adultas.
14.  El juego lo es si se desarrolla en libertad. Los verdaderos espacios de juego deben permitir interactuar libremente. La infancia no necesita un espacio exclusivo para el juego; esto es un invento del adulto, un premio de consolación, cuando le hemos expropiado la ciudad. Afortunadamente, hay otras formas de ejercer la responsabilidad municipal.
15.  En consecuencia, hay que revisar los criterios de intervención en los espacios públicos. Además de la seguridad y sus normativas, se requiere una planificación integral y transversal del diseño del espacio urbano. Este espacio debe permitir la mezcla de actividades y personas de todas las edades. Los espacios de convivencia deben estar próximos a las viviendas y colegios, recuperándose los espacios cedidos predominantemente a los coches. Hay que reconquistar un espacio público que facilite el juego infantil y que propicie la diversidad de usos y usuarios.
16.  Toda esta regeneración de la cuidad debe hacerse con la participación de la ciudadanía, de la que forma parte también la infancia, cosa que a veces se olvida. Así se han realizado experiencias que han tenido como consecuencia:
·       ampliación de aceras,
·       recuperación de solares para huertos urbanos,
·       espacios recreativos interbloques,
·       calles peatonalizadas,
·       más zonas verdes y más árboles,
·       calles transformadas en espacios más amables.
En Madrid, por ejemplo, se deben consolidar programas positivos, exitosos y favorecedores de lo que venimos proponiendo, como son “Educar para un Madrid más sostenible”, “Madrid a pie, camino seguro al cole”, “Entornos escolares”, “Agenda 21 Escolar”, etc., dando continuidad a estas experiencias tan satisfactorias para los usuarios.
17.  Los niños y las niñas son expertos en sus juegos y, como tales, pueden participar en el diseño de la ciudad. Así lo hemos constatado en este Encuentro gracias a la participación y la experiencia del grupo infantil de Carbajosa.
De estos niños y niñas hemos aprendido la importancia de lo lúdico como nexo social: como punto básico para la convivencia e impulsor del sentimiento de pertenencia al municipio. También hemos aprendido que su implicación en la vida municipal ha hecho que vecinos y vecinas perciban como normales las propuestas de los más pequeños, y que su presencia activa y participación en la ciudad no debe responder a una moda pasajera, sino que forma parte de sus derechos.
Pero, sobre todo, hemos aprendido:
·       que “La Ciudad de los Niños de Carbajosa”, es un proyecto asumido e integrado en el Municipio;
·       que la motivación y compromiso de la Administración es fundamental en estos proyectos;
·       y que también es necesaria la implicación tanto de cargos políticos como de técnicos del propio Ayuntamiento, además de asociaciones y vecinos.
18.  Sin embargo, ejemplos como éste nos ayudan a constatar que el derecho al juego continúa siendo una asignatura pendiente. Los Estados no están cumpliendo con su obligación de facilitarlo, a pesar de haber firmado la Convención de los Derechos del Niño. Falta la creación de un Plan Integral del Juego, contemplado desde una perspectiva transversal y dándole una respuesta global.
19.  Esta escasez de espacios públicos donde el juego sea posible, junto al desarrollo tecnológico, han facilitado que proliferen espacios virtuales que todos visitamos y habitamos. Los materiales que se usan para el juego han ido cambiando a lo largo del tiempo y acompañan a su evolución; ahora las pantallas son parte de ese material, pero el juego, con las características que venimos definiendo, no está en ellas. Es necesaria una reflexión sobre este tema, lo virtual como espacio de juego.
20.  Por una parte, parece que los videojuegos aportan algunas ventajas; la tecnología es una herramienta muy útil, una fuente de información: “Muchos videojuegos representan mundos distintos con reglas diferentes, que nos permiten experimentar y que trastocan los modelos tradicionales de enseñanza y aprendizaje. A través de ese juego, de manera experimental, también se aprende” (Conclusiones VII Encuentro Ciudad de los Niños). Pero por otra, vemos que generan una fácil adicción, que nos hacen vivir emociones encapsuladas, que son, sobre todo, un espacio de negocio, no sólo como uso de determinados juegos y sus posibilidades, sino como fomento del consumismo.
21.  Algunos otros elementos a tener en cuenta cuando hablamos de espacios virtuales de juego son:
·       La existencia de una brecha cada vez mayor entre los códigos de comunicación de los niños y las niñas por una parte y los adultos por otra.
·       Al igual que las criaturas han de incorporar la cultura básica de los adultos, también tienen derecho a que los adultos nos esforcemos por compartir los aspectos de la cultura virtual que ellos manejan. Es importante la comunicación, por lo que hemos de compartir códigos
·       El exceso de consumo de videojuegos va ligado a la pérdida de calidad de vida de la infancia.
·       Es necesario que los niños las niñas tengan información y aprendan a controlarla para poder decidir con responsabilidad sobre el uso que hacen de las pantallas.
22.  En definitiva, una de las grandes conclusiones de este Encuentro es que hemos de profundizar mucho más en el debate sobre las ventajas e inconvenientes de los juegos on-line y su relación con el juego en los espacios reales.
Por otra parte, nos ha quedado muy claro que cualquier lugar puede ser apto para jugar; que es necesario disponer de tiempo realmente libre para el juego; y que, como también hemos comprobado mediante diversas aproximaciones artísticas durante el Encuentro (pictóricas, literarias, dramáticas o musicales…), el arte nos permite abrir ventanas al juego y al conocimiento de la ciudad.




[1] Su finalidad está en sí misma. (Aristóteles)